Trastorno Intimo
Un texto de:
Charlotte White
Viajan, van y vienen con nosotros, parece que desaparecen por los sumideros de la intoxicación del siglo. Se esparcen y reconstruyen como un cuerpo de aluminio; en ocasiones no distinguimos los nuestros de los demás; son enjutos y variables, pero jamás traicioneros.
Ellos vuelven como cabalgando cuando la melancolía te atrapa, creando un aparte en la existencia del género, pero no ahora, no; desde los ancestros amarillentos de la misma nostalgia.
El mundo, planeta del sistema solar, es poseedor, del que engloba a la atmósfera y el cosmos es envolvente de nuestra vía láctea, creando un microorganismo en el orbe, imposible de hallar en un golpe de intuición.
Miramos arriba para de vez en cuando, pensar que lo que oprime el nuestro, no es más que el resultado de una insignificancia y así poder hallarnos y resucitar nuestro ego, lejos de la egolatría, el egocentrismo, y aún más, el egoísmo.
Enfermamos a diario con el resto, universos intoxicados por la vida mal encauzada, un fluir cercenado y vomitado en esquinas de salitre y asfalto; busco a menudo los espacios vacíos, las soledades de los que me rodean para observarlas de lejos; pasan algunos, ciegos, sin percatarse de su existencia por no respetar su íntimo, su creado espacio, la barrera kiresferica de un yo que camina entre el cielo y la tierra como un globo atado a un niño.
Morimos constantemente, entre incógnitas ajenas no abocadas a nuestro momento de situación universal, al punto muerto de nuestro respeto. Morimos sin consciencia de nuestros pasos.
Me sucede constantemente, cuando en los bares me veo solo y bebiendo, que busco por no estar arrinconado, la puerta de dimensiones fraternales que me permita abrir, otra medida del fracaso irracional, de la hora que corre por la barra del bar como espuma de cerveza; mas no imagino reflejo de lo escrutado, únicamente lo que no cambio en mí, que deseo cambiar en los demás. La tormenta que me crea, mi inconsciente, mi propia conmoción.
Puertas unidas, espacios que enajenan su recóndita interioridad, para intimidarse con las soledades innatas de lo desconocido; como un bucle buscamos sin saber, y a tientas, lo que tenemos; sin percibir que está en nosotros.
Propio, insano, suicida, abierto, cerrado, psicótico, tóxico, variable, voluble, feliz, triste, incesante, estrellados, siderales, humeantes, abandonados, opulentos, prósperos, raquíticos, drogados, borrachos, pisados, machacados, pero sobre todo inciertos, porque así son los que llevamos de una forma inherente, son nuestros espacios íntimos, que abruman y no nos dejan en medio de la tormenta; o son los que nos provocan la tormenta. El esencial, el que compartimos con apenas gente, porque es tierra indefensa que trastorna nuestra alma, el lugar donde el sexo deja de serlo para convertirse en una guerra de fruición.
Nuestro Espacio Pático, el creador de vesanias y tempestades anónimas a nosotros mismos, paridas por nuestras cascadas bipolares. El propio estupor que muerde nuestro cuello, cuando la consciencia nos azota, lo atormentado de nuestro siglo es: un espacio pático no limpio.
Cuando las palabras no son gritos o no son signos ebrios del sentido inflamado, todo lo que
la poesía dice es poco natural y no es nada sobrenatural.: LOCURA VISCERAL , LOCURA PATICA .
saludos. L .Bettonica.